¿Has escuchado, alguna vez, la horrible historia de las manos asesinas? En verdad no es una historia que se pueda contar con fluidez, y ya de por sí me cuesta mencionar el tema.
El señor Smith era totalmente extraño, pero me caía bien. Nunca lo había visto hablar con nadie, ni siquiera con su propia esposa, la cual era muy dulce y cariñosa.
La señora Smith Betty, para todos- solía visitar a mi familia los martes, los días en que el señor Smith se iba de pesca a un río cercano a la ciudad. Betty decía que nunca venía otro día porque Charles as
Emma esperaba con tranquilidad en el banco de la plaza. Me fijé la hora y eran las nueve y media de la noche.
No sabía si seguir caminando o detenerme allí, nervioso como estaba. Emma no me conocía, ni yo a ella, pero pude reconocerla por su señal, un broche blanco que acomodaba su negra melena por detrás de su cabeza. Mi señal era el cigarrillo, el encuentro; mi destino.
La noche se acercaba, tenía que decidirme en ese momento, hacía un frío que llegaba a penetrar los huesos y no quería que Emma se fuera sin haberme visto siquiera.
Caminé con la decisión tomada.